La baronesa del circo Atayde
Carlos
Orlando Pardo
Carlos Orlando Pardo |
Como si leyéramos Guerra
y Paz de Tolstoi o La guerra del fin
del mundo de Mario Vargas Llosa, en La
baronesa del circo Atayde (Cangrejo Editores, 2015), los sucesos de amor se
tejen, se engarzan válidamente con la Historia de Colombia. Los breves
capítulos iluminan los siglos XIX y XX, para mostrar cómo no hemos cambiado
mucho. Queda la esencia de hechos y personajes elaborados con una prosa
cuidadosa y una fábula que gira sin cesar de un tiempo a otro con solvencia
entre la minuciosidad de los detalles de la urdimbre de época, del cambio de
piel de la ciudad y la moda, las costumbres y los asombros, ofreciendo un
retrato que nos familiariza con el paisaje urbano e interior. Es usual que
buena parte de las novelas de hoy se aíslen del contexto social reduciéndose a
la anécdota, a un argumento particular, como si sus autores vivieran alejados
del medio donde viven y sueñan. No pasa con la baronesa donde se respira con intensidad y se repasa o aprenden
novedosas versiones de lo que ha ocurrido en Colombia a lo largo de décadas. Como todo escritor debe ser investigador, aquí lo
demuestra Pardo con seriedad porque nada es dejado al azar, no prima lo espontáneo
sino el calculado propósito de dejar lo trascendente en hechos y personajes
compactos en beneficio del libro. Una orfebrería inteligente que se arma para
reflejar pormenores que no son simples adornos barrocos o retóricos, de
preciosismo inútil o desfogue de conocimiento, de erudición concentrada, sino
parte fundamental de la fabulación, sin la cual quedaría incompleta, superficial
y efímera la pintura.
Publicación del presente artículo en la edición dominical de El Nuevo Siglo, Bogotá. |
Estructura de la
novela
En La baronesa del circo Atayde existe una elaboración cuidadosa del idioma que sustenta el mundo simbólico y poético
que acompañó al autor desde su primera novela, un marcado sello de estilo donde
no tienen cabida los facilismos ni la retórica ni mucho menos la prosa
adjetival.
“María Rebeca, artista del aire, renace todas las noches
desde el baúl de cristal, en medio del círculo de arena, para trepar por hilos
invisibles y transformarse en mujer voladora e inalcanzable, número central del
circo mexicano de los hermanos Atayde. Recorre el mundo convencida de que el
amor no existe hasta su encuentro, en la Bogotá de los años 20 del siglo
pasado, con Carlos Arturo, artesano que le devuelve la ilusión de la felicidad
atrapada en la talla en madera que moldea para cumplir su destino y soledad.
Carlos Arturo y María Rebeca, libertaria y sin pasado, comparten, un erótico,
apasionante y legendario romance. Con un lenguaje contemporáneo, Jorge Eliécer
Pardo recrea, poéticamente, la vida azarosa que advierte lo que sería Colombia
en las siguientes décadas”.
La aparente fragmentación de las vidas y los hechos, suman
al caos en que hemos estado sumidos y que sólo el lector puede definir puesto
que no acude al discurso contestatario y maniqueo sino que deja que los hechos
hablen por sí mismos. Sin quedarse en la anécdota, es el lenguaje el que
finalmente toma su protagonismo y ahí es donde reside el poder de su
literatura, en tiempos en que el facilismo y la crónica han predominado en
buena parte de nuestras novelas contemporáneas. Las vicisitudes de diversa
condición pareciera que no dejan espacio para la ensoñación y la esperanza,
pero ella sobrevive en medio de la derrota bajo la luz de los amores inextinguibles.
Es una novela diferente en todos los aspectos donde, en los 47 breves
capítulos que se narran en 246 páginas, nos sentimos remitidos a
acontecimientos que forman parte de la vida de personajes de la anónima familia
Aguirre. Los 82 años que alcanza Saúl entre la fecha de su nacimiento en
Zipaquirá en 1836 y su muerte en Bogotá en 1918, sirven al novelista como marco
para describir no sólo su existencia sino hechos en los que participa como
activista y militante político durante los años agitados de las guerras
civiles. En forma paralela, se reflejan los vividos por su hijo Carlos Arturo
Aguirre, artesano de la madera en la Bogotá premoderna. Los dos, felizmente
infelices en el amor, contradicción que el escritor dirime en el
desenvolvimiento de los aconteceres. La esposa de Saúl se convierte en sombra y
la de Carlos Arturo en obsesión. Es un amor contrariado por los avatares que
trae el enamoramiento por María Rebeca Pérez, famosa artista del espectáculo, conocida
como la baronesa. El mal de ausencia se cura con su inesperado regreso
para tener a sus hijas, Sofía y Matilde. Hasta los minutos finales de su vida
él supo que ella lo condujo por los laberintos de la ensoñación y lo hizo
vibrar con los enigmas de la sensualidad y los despojos de la traición y el
abandono.
Desde la agonía lúcida en el lecho de muerte Carlos
Arturo Aguirre ve caer la lluvia y los recuerdos. Empiezan a aparecer
alucinaciones y realidades que reconstruyen el tiempo personal y familiar, cotidiano
y público, de los amigos cercanos y los lugares de la infancia entre los
socavones de las minas adonde estarán sus vidas sometidas.
Por la ventana vio su rostro desvanecer en hilos de
lluvia. Supo que estaba muriendo. Las gotas sobre el asfalto traían escenas que
escogía en su evocación final. Distinguió a su padre Saúl, blanco, azul, gris,
en el patio de atrás de la casa. Sintió su mano fuerte conduciéndolo por las
bóvedas de la iglesia subterránea de las salinas de Zipaquirá hacia la Virgen
del Rosario de Guasá, de sal y agua, terracota policromada que Daniel
Rodríguez, su amigo, extrajo y convirtió en imagen milagrosa y patrona de los
mineros, pobladores de la ciudad de blancos, como la llamaron los españoles.
Escucha de guerras y conspiraciones y aprende el oficio
de la carpintería que marcará sus días y noches. En La baronesa del circo
Atayde los protagonistas se desenvuelven en medio de un espacio concreto
que trasmuta con el paso de los años de aquella Bogotá que se transforma sin
que el narrador ignore sus detalles. Todo está dicho no desde la simpleza de
los hechos sino desde la belleza de un lenguaje poético y metafórico que hurga
en la psicología de sus protagonistas. Carlos Arturo, tallador secreto del
amor, masón y comunista, se involucra en sucesos de los conflictos sociales que
generan la beligerancia imperecedera en Colombia alimentado por las ideas de su
padrino de palabra. En medio de todo se ve el proceso y fusilamiento de
Raymundo Russi, acusado de asesinato, rescatando su valor como representantes
de los artesanos; el exilio del general golpista José María Melo y su efímero
poder, inmolado en México, en las filas de Benito Juárez; la venta de Panamá; el
crimen contra Uribe Uribe tras las guerras civiles; la matanza de las bananeras
y las luchas de Raúl Eduardo Mahecha, telón de acontecimientos que ahondan en personajes
anónimos en cuya presencia se recrea a los ignorados cuyas muertes han sido
inútiles. Intestino enfrentamiento entre liberales y conservadores, sin que se
excluya la guerra contra el Perú, las estrategias de generales liberales
despiadados como Tulio Varón, e inclusive las circunstancias de la caída de
Laureano Gómez, el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y la dictadura de Rojas
Pinilla. Desfila la Historia del país sin que queden ausentes los magos, el
cine, el tango, la secta secreta de adoradores de Carlos Gardel y la poesía parnasiana.
Bogotá crece ante los ojos del lector, recorre espacios públicos y privados
para reconstruir historias de vidas con la carga que infringen los conflictos
sociales.
La baronesa,
María Rebeca, personificación de mujer libertaria, como María Cano, con quien
deambula por regiones del país, sin pasado, sin futuro, con un presente de
lealtad mientras la tragedia, el fuego y el abandono, cubren sus vidas.
Espectro desquiciado, fuego fatuo. En la caja, de madera,
plástico, metal, cristal, en escenarios de su trashumante existencia, acechaba
a su padre, amante, o enamorado. Perdidos en las guerras de tiempos y
civilizaciones. Recogida, madeja humana, armada de dos agujas afiladas, llena
su cuerpo hermoso en el lento zurcir del espectáculo. Desde los trapecios, las
vigas y la claraboya, bajan los hombres a asediarla para lograr sus encantos.
En el descenso la ven cubierta por la urdimbre y, al llegar al círculo de
arena, La Baronesa ha descosido la capa para quedar expuesta. Ellos no soportan
tanta belleza y se esconden entre los espectadores. Violín y chelo acompasan un
maestoso de tragedia. María Rebeca emerge del cajón y ellos la envuelven con
los cordeles hasta dejar solo su cara inquisidora desde sus grandes ojos
achocolatados. No cree en la fidelidad de los
pretendientes, menos en su propia castidad. Su manta, como sus sueños e
ilusiones, mueren una y mil veces en la desnudez.
Existe un mundo abigarrado pero suelto que se desgrana
como lluvia pertinaz y quemante entre amores ardientes, intensos en medio del
dolor. El lector se remonta a épocas que el novelista hace vivir intensamente y,
ante todo, los debates del amor y la guerra, la política y el poder. La novela
pertenece a El Quinteto de la frágil
memoria que trabaja Pardo desde hace 25 años.
El autor y su
obra
A lo largo de su obra literaria, al autor le ha
preocupado el conflicto que vive la Nación construyendo su entramado literario
a través de la magia, la violencia y el amor que recorren sus libros. Así se
advierte en El jardín de las Weismann (1979,
con nueve ediciones, traducida al francés) donde sus personajes huyen de
Alemania sin que escapen a la violencia colombiana al igual que en El pianista que llegó de Hamburgo (2012,
con cuatro ediciones), primera novela del quinteto de La frágil Memoria.
En Irene, (1986, siete ediciones,
traducida al inglés), su novela urbana, mezcla de nuevo el amor y las crisis
sociales. En Seis hombres una mujer
(1992, tres ediciones), se plantea la soledad en que se sumerge el hombre y sus
contradicciones ideológicas y políticas, donde la intertextualidad cumple su
protagonismo. Al fin y al cabo, a Jorge Eliécer Pardo (Líbano, 1950) le
corresponde ser parte de la generación del Frente Nacional, como la llamara
Isaías Peña.
Académicos y críticos han dicho: “Como en tantos autores
contemporáneos, en El pianista que llegó
de Hamburgo, el arte es la única salida: en este caso la música que,
contrario al amor y su muerte, acompaña”, Luz Mary Giraldo de la Universidad
Nacional de Colombia; “Jorge
Eliécer Pardo con El pianista que llegó
de Hamburgo, ha creado su obra maestra. Trabajo de una gran envergadura
literaria que contiene diversidad de temáticas novelescas, técnicas y
estructuras literarias desarrolladas paralelamente entre la no ficción y la
ficción. Hendrik, su personaje, cumple un destino de héroe trágico y romántico,
donde las circunstancias fatales y la ironía se imponen, inevitablemente, sobre
su lucha por vencerlas para alcanzar sus sueños y el derecho de tener una vida
propia”, Eugenia Muñoz de Virginia Commonwealth University, USA; “El Pianista que llegó de Hamburgo
es una novela fascinante. Está escrita con erudición, sentimiento y madurez. La
madurez se manifiesta no solo en el estilo literario sino en la forma de
comprender y explicar la Historia. Es decir, la historia con mayúscula de
Europa y América, y la historia con minúscula de la familia y las relaciones
personales. Mantener el balance entre ambas no es fácil, y en la novela ese
balance se logra de manera impecable”, Álvaro Pineda Botero; “El Pianista que llegó de Hamburgo configura
el relato histórico de un modo más auténtico que el de la historiografía en la
medida en que es capaz de reunir lo que es disperso en apariencia. Ese es el
motivo por el que la novela propone un diálogo entre el pasado de nuestro país
y la historia de Hendrik, pianista y poeta romántico, extranjero, exiliado,
eterno buscador de paraísos que existe para que el pasado de Colombia se haga
presente a través de él”. Sergio Perozzo, The Prisma, London.
La lectura de los libros El pianista que llegó de Hamburgo y La Baronesa del Circo Atayde, son un exquisito regalo para aquellas personas que aman la literatura y la historia. Es un soberbio recorrido por los acontecimientos que han sacudido a Europa y a Colombia en los últimos 180 años.
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